Nuestro nombre tiene aroma a chocolate. Si has leído ¿Qué es esto?, a estas alturas ya sabes el por qué. Y es que desde el siglo XIX, A Coruña se convirtió en un puerto en el que se descargaba gran cantidad de cacao de muy buena calidad. Pronto empezaron a nacer y consolidarse las fábricas de chocolate, que convivían armoniosamente en la zona centro de la ciudad. Aquí una crónica de la Coruña cascarilleira.
Las fábricas de chocolate
En la calle Estrecha de San Andrés podíamos encontrar La Proveedora Gallega de Chocolates y Caramelos Juan Vázquez Pereiro, que funcionó de 1906 a 1990. Aunque el edificio ya no existe, por lo menos su fachada principal quedará inmortalizada para siempre en la portada del disco «Fábrica de Chocolate» de la Elephant Band, formación en la que militó Xoel López antes de ser Xoel López e incluso antes de ser Deluxe. Con este título, buscaban un homenaje a Willy Wonka y su factoría chocolatera, puesto que esta obra nacida de la mente de Roald Dahl es uno de los fetiches de la banda.
Caminando hacia el Camino Nuevo se llegaba a la Avenida de Rubine, dedicada al empresario Fernando Rubine y Firpo, un hombre que siempre quiso marcharse de nuestra ciudad, pero al final, por circunstancias, nunca llegó a hacerlo. Hombre polifacético donde los haya, fue empresario, político y periodista, llegando a fundar dos diarios que no terminaron de cuajar. En su faceta comercial le fue mucho mejor. Rubine e Hijos todavía opera hoy en día como consignataria de barcos. Pero don Fernando también fue chocolatero y tuvo su fábrica «La Española» en la calle que hoy recuerda su nombre. El Ayuntamiento decidió dedicarle esta vía tras su muerte en 1885 durante un pleno de la Diputación. Hasta no hace tanto, para referirse a esta zona de nuestra ciudad, decir «la calle del chocolatero» era suficiente.
Aunque en este caso la fábrica es carballesa, podemos citar otro chocolate con solera en la ciudad como es el de Chocolates Mariño, empresa que fue fundada por Severino Mariño en 1927 y que lleva 90 años fabricando el chocolate de manera artesanal, desde el tueste del grano, su molienda, la separación de la cascarilla, amasado, marcado e incluso su empaquetado.
Las costumbres
En el primer tercio del siglo XX el chocolate era servido en diferentes establecimientos, abundando en los cafés de tertulia. Se produce el paso de la jícara a la taza como recipiente y el chocolate pasa a formar parte de la vida de las clases acomodadas, sirviéndose a la hora de la merienda como regalo para las visitas. Se decía que la Calle Real «recendía» (olía muy bien) a chocolate cuando uno paseaba por ella, lo cual nos da una idea de la popularidad que llega a alcanzar el producto en este momento histórico.
Durante la Guerra Civil el consumo de chocolate se reduce de forma drástica debido al desabastecimiento general. Una vez terminado el conflicto, azúcar y cacao pasan a ser algunos de los productos que estaban sometidos a racionamiento. Así que empiezan a aparecer sucedáneos del chocolate, como el de algarroba, y se recurre a alternativas como usar la cascarilla de nuevo en el ciclo de producción.
Es aquí cuando nace esta costumbre tan herculina de usar la cáscara del cacao, que se tenía considerada un deshecho que se obtenía al manipular el producto, para prepararla en forma de bebida. Es aquí cuando ferrolanos, santiagueses y gentes de otras partes de Galicia bautizan a los coruñeses como «cascarilleiros». Los locales que sirven cascarilla empiezan a aflorar en la ciudad herculina. Los clientes debían llevar consigo su propio pan, ya que lo más habitual era hacer sopas con él.
Cuando se recupera un poco la economía vuelve la tradición de tomarse un chocolate, y así, en 1945 y 1949 respectivamente, desembarcan en A Coruña El Timón y Bonilla a la vista, clásicos coruñeses del chocolate con churros que se miran desafiantes desde lados opuestos de la misma calle, y que tantas disputas han generado entre familias y amigos. Uno escoge una churrería de bien pequeño, y debe defenderla a muerte para siempre.
El declive
En el tramo final del siglo XX las fábricas artesanales de chocolate entran en declive debido a los nuevos procesos de industrialización. A medida que fueron cerrando las chocolaterías, lo fueron haciendo también aquellos comercios donde se servía o se podía tomar cascarilla. Como resulta lógico, poco a poco este producto tan coruñés fue desapareciendo de la circulación.
Y así son las cosas, la cascarilla pasa de ser un artículo usado por pura necesidad, a convertirse en algo gourmet y de lujo. Podríamos incluso decir que está casi en peligro de extinción. De hecho, son pocos los establecimientos que todavía la venden. En el año 2014, el Ayuntamiento de A Coruña quiso recuperar esta tradición organizando un evento gastronómico, aunque no tuvo réplica en los años posteriores. Nosotros también queremos ayudar a conservar la memoria de esta tradición, la memoria de nuestra ciudad. Queremos restablecer el orgullo cascarilleiro. Por eso, en nuestros paseos, la cascarilla siempre es protagonista.
Nuestra cascarilla
Trabajamos con Essenzo Cacao, un pequeño productor cullerdense que fabrica chocolate a la antigua usanza: partiendo del grano de cacao. Guillermo trabaja con materias primas de diferentes orígenes y hace producción en pequeños lotes. Si te interesa el tema, puedes visitar su página web.
Recoméndovos a canle «Galego para cascarilleiros».
Tomamos nota, gracias! 🙂